lunes, 14 de diciembre de 2015

Compañero del alma


¡Feliz cumpleaños, compañero!

Ya ves acá el pesado que se sigue acordando de ti.
Si, si, lo sé. Pero no me pidas que vuelva a hablar en porteño, que ya se me está olvidando. Cada vez me cuesta más acordarme del acento, de las palabras y las expresiones; ya se puede decir que soy medio de cada lado: 24 años allá y 25 años acá (tendré que volver un tiempo a Buenos Aires para ir compensando).
Como te decía, cada 14 de Diciembre estás en mi memoria y si mis cálculos no fallan cumplirías hoy 48 años. También es cierto que me ayudan la sucesión de cumpleaños de el tío Pepe (que ya ha cumplido 80 años), el de Merche y seguido el tuyo. Recuerdo que en nuestra niñez estos días eran días de júbilo, toda una fiesta continuada. Ahora esta fiesta se ha quedado corta, nos han quitado un día.

El día que me contaron que te habías ido, había pasado ya una semana. En aquellos tiempos estaba yo de promociones de Conil por media España y llegué después de estar 9 días afuera. Merche me llevó a una cafetería cerca de casa y me dio la noticia. 
No es que no sintiera nada, es que no comprendía cómo podía caber tanto dolor en sólo cuatro palabras: "Juanjo se ha  muerto"

¿Cuanto ha pasado ya? Casi 17 años sin ti. 
La verdad que te echo de menos, compañero.

Una vez más feliz cumpleaños, amigo. Te pongo a continuación la poesía que, sin duda, te viene nombrando en mi cabeza desde que te fuiste. También aquellos gritos de dolor que plasmé como pude esa noche que supe que nunca más te volvería a ver.

Muchos besos primo, amigo, compañero

                                                                                                                                                       

ELEGÍA


(En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto como del rayo Ramón Sijé, con quien tanto quería.)

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento.
a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irán a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.

Miguel Hernández

                                                                                                                                                                   

¿Te acordás cuando vivíamos en la calle Asunción? Teníamos una pared de por medio nada más. Un día apareciste de la nada. Tu madre, mi tía Conchi, llegó contigo en las manos y yo no sabía entender de dónde habías salido. Con un año y poco no se tiene conciencia de la complejidad de un nacimiento... y menos de la forma en que nos criaron.

Y así fuimos creciendo. Recuerdo siempre que tenías mi misma altura, a pesar de ser yo un año y ocho meses mayor.

¿Sabés? El sábado pasado hizo la comunión Juan Pablo. ¡Ya tiene diez años! Aún me parece increíble. ¿Te acordás cuando estábamos juntos en su bautizo? Habías desaparecido durante un tiempo por todos los problemas de pastillas que habías tenido. En la cena, María José -que por cierto también se casó el año pasado- se acordaba de cuando nos liábamos a trompadas en Castelar... Aún no se me quita de la mente el día que por una de esas peleas te cortaste el pie con un vidrio.

Me acuerdo también cuando te fui a buscar a tu casa de Urquiza, porque nadie sabía cómo hacer para que te alejaras de esos amigos que andaban metiéndose anfetas. Todavía recuerdo cuando los vi después de tantos años. Ahí me dí cuenta que no eras vos el culpable, que al lado suyo lo que te pasaba a vos era nada.

Un día te fuiste de repente. Dejaste todo y te fuiste a Mendoza, luego por Córdoba, y terminaste en Rosario... Te desintoxicaste, te casaste y tuviste un niño que no pude conocer, porque yo también me había ido.

Me enteré que te separaste, que te volviste a casar -o a juntar, no lo sé- y que tuviste una niña.

¡No sabés cuántas cartas tengo escritas por la mitad para mandarte! Nunca tuve el valor de mandártelas. Siempre he admirado tus ganas de ser mejor, tus ganas de salir de esa vida de mierda que algún ser injusto te condenó a vivir. He admirado ese valor para dejar todo e intentar dar un vuelco a tu vida.

Ahora ya vivías en Rosario, tenías un trabajo, y un tercer niño que viene de camino.

Ahora ya estabas estabilizado, eras un HOMBRE con todas las mayúsculas.

Ahora ya empezabas a ser feliz.

Y ahora ese ser injusto te pone un tumor en la cabeza y sin que los médicos puedan hacer nada, un derrame te aleja de nosotros para siempre.

¿Quién me va a hablar de Dios ahora? ¿Quién es Dios para condenarte a una vida de perros? ¿Y quién carajo se cree Dios que es para dejarme sin ti, sin siquiera poderte decir adiós?

Tantas cosas que tengo que decirte ¿Cómo te las digo ahora?

Mi querido primo, compañero de infancia, amigo de toda la vida; esperame allá en dónde estés, que si existe en algún sitio un ser justo te pondrá un paraíso para ti solo, en donde nunca más sufrirás la vida que has sufrido. Y cuando pueda llegar allí dejame, aunque no lo merezca, unos minutos con vos; que nunca he podido decirte lo que te quiero, que nunca he podido decirte lo que te admiro.

Tu primo, Manu

En Conil, el 21 de Mayo de 1999
--------------------------------------------------------------------------------------------------------
Adiós Juan José Nemi Escarcena
Buenos Aires, 14 de Diciembre de 1.967
Rosario, 13 de Mayo de 1.999











Juanjo y yo el 19 de Abril de 1987 

No hay comentarios: