Alguno
que ha leído lo que escribo me ha dicho que escribo bien. Incluso
que muy bien, cosa que ya me parece exagerado. Porque ¿Qué
es escribir bien? Si tengo dudas sobre lo que es
“escribir bien” podrán imaginarse hasta dónde puede llegar en
“escribir muy bien”
Lo
cierto es que nunca he hecho ningún taller literario, nadie me ha
dicho cómo debo escribir, qué frase debo usar o en qué orden poner
las palabras para que tengan más o menos fuerza. Tan solo
intercambios de textos con amiguetes, escuchar sus críticas y sobre
todo leer y leer.
Cuando
escribo busco como una música. Un sonido de palabras que no
desafinen, que suenen dulces para mi oído. Trato de ver a alguien
frente a mi al que le voy contando lo que se me cruza por la cabeza:
Esa historia que me he imaginado, esa anécdota que me ha ocurrido
o esa duda, como en este caso, que me corroe. Nada más.
A
mi me duele escribir. Me duele sacar esas ideas complejas. Me duele
traducir a palabras un sentimiento, una duda.
Recuerdo
que en la secundaria, en literatura nos enseñaban que una novela o
cuento tenía planteamiento, nudo y desenlace, cosa que yo nunca supe
distinguir ¿Dónde empieza cada uno y por qué? ¿No se puede
escribir de otra forma? Esas preguntas -yo también estaba leyendo
por aquellas fechas a Cortázar y a Levrero-, el haber leído de
antemano casi todos los libros del curso y tener un criterio distinto
que el de la profesora y dudar cuando aludía a ciertos nombres,
supongo que importantes, para fundamentar su opinión, hicieron casi
milagroso aprobar la asignatura.
Yo
nunca me he planteado esos esquemas, las cosas me salen así, como el
abuelo que cuenta sus batallitas: espontáneas. Es cierto que luego
las pulo, las corrijo y las adorno, pero la base sale de mi mente de
forma natural, sin estructura premeditada.
Después
de esta parrafada me sigue quedando la duda ¿Está esto bien
escrito? ¿Por qué?
Y ahora encasillémoslo. Porque esto es un ensayo ¿no? ¿Y por qué es un ensayo?
Y ahora encasillémoslo. Porque esto es un ensayo ¿no? ¿Y por qué es un ensayo?
Cuando
uno lee a Arlt en sus Aguafuertes o a Dolina no sabe dónde empieza
el ensayo y termina el cuento corto.
Volviendo
a lo que quería decir. No me importa si escribo bien – cierto es
que trato de hacerlo lo mejor posible- me importa lo que tengo que
decir. Escribir es la necesidad del que escucha mucho y dice poco y
no le queda más remedio que expresarse en el único momento en que
nadie habla: En el silencio de un cuarto, una pantalla de ordenador
-o un cuaderno y un bolígrafo en cualquier otro rincón ¿por qué
no?- para plasmar esas imágenes, dudas y sentimientos que le van
rondado en la rutina diaria y nos volvería locos, o más locos si
cabe, si no las expulsáramos.
Hasta
aquí mi terapia. Ahora por favor, si podéis y queréis, contestad a
mis preguntas.
Gracias
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