lunes, 10 de junio de 2013

95 kilos

Hace unos días atrás mi amiga Laura soltó este Tweet al viento:
Mi respuesta fue graciosa, aunque con bastante doble sentido

Pero la acidez de la pregunta aún me sigue corroyendo. 

En enero escribía un diálogo entre mis dos facetas, una que me lleva a seguir dedicando todo mi tiempo a mis dos retoños, mis extensiones, la extensión de mi mismo más allá de mi vida. Esa que asume que sigo aquí con el único objetivo de construir dos personas lo más grandes posibles, con clase, cultura, inteligencia -que aunque se pueda nacer con limitaciones, el ejercicio consigue desarrollarla más allá de lo insospechado-, clase y educación.
La otra, crítica y egoísta -o simplemente con instinto de supervivencia- me exige que me preocupe por crecer como persona. Me exige seguir leyendo, seguir escribiendo, seguir teniendo criterio propio, seguir investigando, seguir teniendo hermosas discusiones eternas con mis amigos. Vamos, "seguir creciendo como persona" con sintetiza Laura demoledoramente.

Entonces llega "Esa excusa que le robaste a Quino y te te venía al pelo "Lo urgente no deja tiempo para lo importante" y me aplasta. Porque mi crítico ha vencido hoy y me ha obligado a escribir a pesar de ser la una de la mañana y teniendo que madrugar. Me aplasta porque debo trabajar de sol a sol y emplear todo mi ingenio e inteligencia en poder proseguir y cuando quiero desahogarme llego ya sin energías o con unas contracturas que me tumban en la cama a base de Nolotil y Diazepam. Aplastado de haber apoyado a Alba -que está creciendo inmensa, genial, creativa- con un blog y una stop motion para prácticamente catapultarla como persona (se ha ido a dormir con una sonrisa que le hacía caminar sin tocar el suelo). Aplastado del impulso de esa miniatura que me suelta discursos ininteligibles, pero mirándome seriamente a los ojos y gesticulando como si estuviera en un atril dirigiéndose a una multitud y señalando cada objeto repitiendo la pregunta "¿Y éto que é?". Aplastado porque necesito este hueco en que mis fuerzas apenas pueden estirarse para desahogarse en este blog y que mañana me pasará factura en forma de lagañas, contracturas y bostezos

Tal vez la felicidad de ser padre, compañero y trabajador tenga la condena de la infelicidad intelectual. Aquellos que deseamos ese crecimiento como persona  aún a pesar de ya estar muy cerca del décimo lustro -porque decir medio siglo impone aún más- tal vez debamos estar relegados a la soledad para conseguir llegar a lo más alto de ese crecimiento personal (iba a decir la cumbre, pero ese sitio obviamente no existe: siempre hay algo más por hacer o aprender: "Solo se que nada se")

Entiendo ahora esos versos de poetas geniales llenos de palabras umbrías, de sonoros ecos de vacío en contra de estas palabras sin ecos, llenas de gritos de niños, de diccionarios y matemáticas, de títeres y películas de Disney y llenas de fotos con mi ausencia. Palabras con la habilidad de escribirlas a una mano, porque la otra sujeta un cuerpo de dos años que no pierde detalle de cada uno de mis movimientos.

Creo que si se puede, Laura. No tanto tal vez como sigues creciendo tú -espero que me sigas dirigiendo la palabra a pesar de la distancia intelectual- pero siempre se crece en la educación de un hijo y en la mutua paciencia de hacer una pareja. Es cierto que los libros que otrora me merendaba en un par de días o a lo sumo una semana, ahora me duran meses y meses en la mesilla de noche coaccionado por el sueño ligero de Alicia. Pero alguna noche a escondidas le robo alguna página de ese libro a mis carceleros o hasta un capítulo aprovechando algún domingo que están entretenidos disfrutando de la playa y yo me quedo en esa silla haciendo como que tomo el sol.

También hago trampas. Bebo de ti, de tus tweets. Me alimento de versos y ensayos geniales de amigos, de blogs que puedo leer en algún descanso de mi trabajo. Entonces noto que tras la semana he crecido un poquito más; tal vez algo tan imperceptible que muchos ni lo creen, pero que me sigue manteniendo a flote.

Ese imperceptible crecimiento hace que siga vivo mi yo crítico (el egoísta, el que a su vez me tortura -masoquistamente por mi parte- a sacrificar descanso por crecimiento). El día que mi otra versión (la que solo vive por mis hijas) consiga vencer por completo ya no habrá libros, ya no habrá versos, ya no habrá música, ya no habrá Manu nunca más. 

Solo existirá el padre de Alba y Alicia

 

No hay comentarios: