domingo, 12 de abril de 2015

Esperando que se enfríe el arroz con leche



En principio se debería haber llamado este escrito haciendo el arroz con leche, pero diversas adversidades en la cocción del preciado postre y el tiempo a veces exasperante que tarda la tablet en ponerse en marcha han conseguido que cambie, muy a mi pesar, el nombre para poder ajustarlo a la realidad. Aunque todo en literatura en ficción o "fingión" (Ruego perdonen el neologismo, pero escribir es fingir que uno está haciendo algo) siempre me ha gustado no faltar a la verdad. Al menos comenzar los relatos con una base de veracidad. Es cierto que sería imposible seguir este relato contando exactamente lo que ocurre; si bien es cierto que ahora mismo el arroz con leche se está enfriando, tal vez cuando termine ya estará frío y cuando alguien llegue a leer esto ya lo estaré digiriendo o, peor aun, terminado de digerir con un estruendoso sonido de vaciado de retrete.

Sin ir más lejos, ya está tibio y, modestia aparte, me está quedando muy bueno de sabor por ahora. Entiendo que de textura hay que esperar a que se enfríe para saber si está bien. La vez pasada -la primera vez que hice arroz con leche- por un exceso de celo en conseguir un arroz con leche espeso y cremoso, solo conseguí un masacote con más arroz que leche.
Esta vez no será así, por ahora esta cremoso, un poco líquido es cierto, pero se supone que cuando termine de enfriarse tendrá una consistencia de crema densa, sin formar bloques espesos que arruinarían la terminación, aunque estuviera deliciosode sabor.
Es increíble cómo todo entra por los ojos, si la vista dice que eso está cremoso y rico, se puede comer y aunque el sabor falle algo, siempre estará delicioso. Sin embargo cuando un producto no tiene una buena imagen, pocos son capaces de comerlo aunque su sabor supere con creces a su presentación.

Lo dicho, ya esta el producto tibio, puesto es sus respectivos recipientes y guardados en el frigorífico. Esta noche serán parte de la cena, más exactamente del postre.

Este texto es el comienzo de las historias para matar el tiempo o cómo coger una musa por el cuello y por lo menos sacarle un chillido. También parte de las recomendaciones de Hernando Tejedor de “ponerme a escribir la primera boludez que se me venga a la cabeza”.

Tampoco tendría sentido todo lo que acabo de decir si no acompañara una foto del producto terminado. Por cierto, quisiera agradecer a Mercadona por aportar los recipientes que en principio contenían papillas de frutas para Alicia y que hemos reciclado convenientemente.




NOTA: se me deben perdonar errores tipográficos, este texto completo esta escrito en la tablet con teclado externo, con el Open Office para Android y los acentos no funcionan correctamente, aunque ya mismo será enviado al ordenador para ser corregido y publicado.

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