En
principio se debería haber llamado este escrito haciendo el arroz
con leche, pero diversas adversidades en la cocción del preciado
postre y el tiempo a veces exasperante que tarda la tablet en ponerse
en marcha han conseguido que cambie, muy a mi pesar, el nombre para
poder ajustarlo a la realidad. Aunque todo en literatura en ficción
o "fingión" (Ruego perdonen el neologismo, pero escribir
es fingir que uno está haciendo algo) siempre me ha gustado no
faltar a la verdad. Al menos comenzar los relatos con una base de
veracidad. Es cierto que sería imposible seguir este relato contando
exactamente lo que ocurre; si bien es cierto que ahora mismo el arroz
con leche se está enfriando, tal vez cuando termine ya estará frío
y cuando alguien llegue a leer esto ya lo estaré digiriendo o, peor
aun, terminado de digerir con un estruendoso sonido de vaciado de
retrete.
Sin
ir más lejos, ya está tibio y, modestia aparte, me está quedando
muy bueno de sabor por ahora. Entiendo que de textura hay que esperar
a que se enfríe para saber si está bien. La vez pasada -la primera
vez que hice arroz con leche- por un exceso de celo en conseguir un
arroz con leche espeso y cremoso, solo conseguí un masacote con más
arroz que leche.
Esta
vez no será así, por ahora esta cremoso, un poco líquido es
cierto, pero se supone que cuando termine de enfriarse tendrá una
consistencia de crema densa, sin formar bloques espesos que
arruinarían la terminación, aunque estuviera deliciosode sabor.
Es
increíble cómo todo entra por los ojos, si la vista dice que eso
está cremoso y rico, se puede comer y aunque el sabor falle algo,
siempre estará delicioso. Sin embargo cuando un producto no tiene
una buena imagen, pocos son capaces de comerlo aunque su sabor supere
con creces a su presentación.
Lo
dicho, ya esta el producto tibio, puesto es sus respectivos
recipientes y guardados en el frigorífico. Esta noche serán parte
de la cena, más exactamente del postre.
Este
texto es el comienzo de las historias para matar el tiempo o cómo
coger una musa por el cuello y por lo menos sacarle un chillido.
También parte de las recomendaciones de Hernando Tejedor de “ponerme
a escribir la primera boludez que se me venga a la cabeza”.
Tampoco
tendría sentido todo lo que acabo de decir si no acompañara una
foto del producto terminado. Por cierto, quisiera agradecer a
Mercadona por aportar los recipientes que en principio contenían
papillas de frutas para Alicia y que hemos reciclado
convenientemente.
NOTA:
se me deben perdonar errores tipográficos, este texto completo esta
escrito en la tablet con teclado externo, con el Open Office para
Android y los acentos no funcionan correctamente, aunque ya mismo
será enviado al ordenador para ser corregido y publicado.
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