lunes, 28 de marzo de 2016

Musas

“...y nada me gusta más que hacer canciones,
pero hoy las musas han pasao de mí,
andarán de vacaciones”
Joan Manuel Serrat


Cierro la puerta, me siento y empiezo a pelar unas mini tabletas de chocolate amargo. Siempre me han dicho que el cerebro se alimenta de azúcar y que el chocolate es alucinógeno, a ver si con un buen chute de Moser Roth 70% cocoa empieza a funcionar ese trozo de adoquín en que se convierte mi cerebro cuando dice que no tiene nada que decir. Al fin y al cabo no soy más que lo que él dictamina, daremos pues un poco de alucinógeno más a ver si este “sensato” deja de tener los pies en el suelo y puede comenzar a despegar.

Ahora que todos duermen, puedo sentarme frente al ordenador sin voces que me requieran diciendo “¿Papá qué escribes?” o “Papá ayúdame a buscar fotos de los fenicios”. Ahora que puedo robar unas horas de mi sueño para poder plasmar lo que mi imaginación me viene soltando en los momentos más inoportunos, es cuando todo lo que tenía previsto desaparece. El folio en blanco, que luego fue pantalla azul -con mi amado Wordperfect 5- y ahora es otra vez un folio en blanco pero virtualizado en la pantalla, parecen ser las gomas de borrar de todos lo cuentos, historias y epopeyas que hasta hace unos momentos guardaba en mi memoria... Y las musas escondidas por ahí descojonándose de risa de a costa mía.

Las malditas musas siempre nos dejan las historias perfectas en nuestra cabeza justo en el momento que estamos conduciendo o estamos atendiendo un cliente o en medio de una conversación importante y no podemos siquiera detenernos a apuntar esa idea.
Entonces, cuando hemos terminado esa tarea cotidiana -vulgar, pero imprescindible- revolvemos los cajones, la guantera del coche y hasta los rincones para hacernos con algo con qué escribir y en qué apuntar. He aquí que estas musas, en ese preciso momento, nos quitan ese tesoro de la cabeza y nos confunden con historias vanas y fatuas.
Plasmamos pues en ese papel esa idea a la que intentamos interpretar y sólo nos surge la pregunta ¿Esta mierda es la que me parecía tan genial?

Durmiendo. Tal vez así pueda retener lo suficiente esa idea efímera para poderla por fin plasmar eternamente en un escrito.

Una idea comienza entre sueños a acariciar mi cabeza con unas manos suaves perfumadas de poesía. En un acto reflejo, casi instintivo, consigo sujetar esas manos y abriendo los ojos contemplo extasiado a mi musa. No puedo dejarla escapar. Cambiando su rostro por mil caras me inflige tormento, desamor, dolor, pasión, odio. Pero no debe recordar cuánto ha curtido ya mi alma y aunque mis ojos están llenos de lágrimas, las enjugo haciéndome más fuerte aún.
Quiero ese escrito, ese texto que libere mi alma, que de oxígeno a mi vida.
Su rostro vuelve a ser apacible, hermoso. Con solo mirarla comprendo que ha accedido a mi ruego.

Me siento a escribir y las palabras surgen como nunca, fluyen vivas, hermosas, perfectas. Las frases provocan mil emociones con solo comenzar a leerlas. El texto es perfecto.
Minutos o tal vez horas después acabo mi obra -su obra- con un impecable final redondo, como nunca hubiese soñado.

Guardo mi texto. Libero a mi musa agradecido, la cual desaparece con una extraña sonrisa. Vuelvo a dormir relajado, un sueño plácido, pero vacío.

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Esta mañana al abrir lo que creía mi obra maestra me he encontrado con el escrito que antecede. Lo que fuera una genialidad es simplemente un escrito normal, vulgar: Un relato más.


Lo siento. Tal vez, como las flores, las maravillas también se pueden marchitar en una noche.
Aunque creo más probable que mi musa haya vengado su secuestro.

Escrito en Junio de 2015

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